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Banecidas

Por Julián Carrera de la Red

Banecidas fué un lugar poblado probablemente en la primera mitad del siglo X, antes que ninguno de los que ahora subsisten en su entorno. Digo “probablemente”, porque el documento en que aparece por primera vez se data en distintos años, el año 905, el 915, entre los años 914- 924, o lo más tardar entre 950 y 956.
Ramiro II de León (924-951) extendió mucho sus dominios, pero los tenía semidesiertos y para evitar este inconveniente, fundó monasterios que los colonizaran y dió impulso a los nobles para que establecieran asentamientos. Así nació el Monasterio de Ardón, cerca de León y del Esla, y desde él se fornentó la repoblación del espacio del Páramo Leonés hasta llegar a las riberas del río Cea.
El paladín de esta empresa civilizadora, fue Beruffo, al parecer hijo de un Conde Asturiano y procedente de Ardón, el cual nos cuenta que por su propio esfuerzo, o por compra, o por donación, poseía entre otras “La Villa del Valle Andrinos, en territorio del río Cea, y la Villa Vanizati, y una pobladura llamada Quintana, donde estuvo el lugar de pasto para mis carneros, y que yo hice repoblar por medio de la familia Mazaref’ (Catedral de León, 1, n 63).
Estos tres poblamientos nos son bien conocidos: la Villa del Valle Andrinos, es el despoblado de Vallandrino, en el término de Castellanos; la pobladura de Quintana, es Quintana del Monte, hasta hoy un buen enclave para la cría del ganado lanar; y Villavanizati es nuestro Banecidas.
Este nombre Vani (=Bani zait, “Hijo de Zait”) procede del árabe, como otros muchos de esta zona, que daba acogida a los numerosos mozárabes que, huyendo de las persecuciones de los musulmanes del sur, buscaban amparo en los dominios del Rey de León.
Pero el nombre de Vanizati se pierde a lo largo de dos siglos y medio para volver a aparecer en la forma de Vanescidas.
Para entonces, a finales del siglo XII, el potente y cercano monasterio de Sahagún era dueño de la iglesia y de las casas de Banecidas. No consta cuándo y cómo ocurrió. Pero no debe extrañar a nadie, sabiendo que en los siglos XII y XIII, los dominios de Sahagún llegaban desde Riaño hasta Zamora, y alcanzaban a los valles del Cea, Valderaduey, Sequillo y Carrión. Banecidas, pues, tan cerca del Monasterio, cayó bajo su influencia. En cambio los frailes no habían podido evitar que dentro del coto de su Monasterio el Rey mantuviera algunos poblados, entre Villamol y Calzada, que se llamaban Santa Columba, la Serna y la Sernilla, ahora desaparecidos. El Rey Alfonso VIII de Castilla, a quien pertenecían estos enclaves, deseando ganarse al Abad, para obtener de él apoyo contra el Rey de León y contra los Almohades, se los cambió a los monjes, recibiendo él, en compensación “la heredad, la iglesia y las casas de Vanescidas”. (Sahagún, año 1.193, n 1.178).
Pasa así Banecidas del dominio abadengo a ser del patrimonio real. Firman el documento: Gonzalo González, alcaide de Cea y Rodrigo Facúndez, de Barriales de Cea (el despoblado del que sólo se conservan las ruinas de su torre).
Por las riberas del Cea, y en concreto en la misma villa de Cea, en Villacalabuey y en Banecidas, habían crecido las posesiones del Rey. En tiempos de Femando III el Santo, (1.201- 1.252), se entabló un pleito entre el concejo de Cea y el abad del Convento de Santa María la Real de Trianos sobre el disfrute de unas tierras del rey sobre las cuales ambos pretendían tener derechos. Para dirimir la cuestión Don Femando llamó a Burgos a las dos partes litigantes con los documentos que cada uno tuviera en favor de su causa. El 28 de Septiembre de 1.242 el Rey pronunció una sentencia salomónica, reconociendo a los frailes de Trianos el derecho a disfrutar de las posesiones de Valdeolmos, en las cuestas al este de Trianos, y Entreambas Aguas, en la vega del Cea; y dando por buenos los derechos del concejo de Cea sobre unas viñas en sus pagos y unos huertos excelentes en el casco de la villa, además “entre Foques e Villa Calabuey, un grand villar en que bivieron muchos omens; en Vanetidas, sobre la villa, dos prados, e hy luego una terra que yo tenía la carrera del valle...; al ceminterio de Santo Tomé, una terra, e hy luego otra terra que toma en la carrera e sale al valle...” (Trianos, doc. 125).
Este documento está escrito ya en castellano del siglo XIII y por eso el nombre de Vanetidas suena ya muy parecido a nuestra pronunciación actual. El “ceminterio de Santo Tomé” no se refiere a un cementerio propiamente, sino a la iglesia del pueblo, cuyo patrono era ya Santo Tomé (Santo Tomás) y en la que se enterraba a los difuntos como todas las iglesias hasta el siglo XIX.

Los Becerros de presentaciones y de Behetrías

Son dos códices que nos proporcionan nuevos datos sobre los pueblos de Castilla y León y entre ellos naturalmente sobre Banecidas. El llamado Becerro de presentaciones es una relación de las iglesias de la diócesis de León, hecha en el siglo XIII y copiada en el siglo XV, con pormenores que nos dan a conocer algo sobre la vida eclesiástica de nuestros antepasados.
En el arciprestazgo de Cea habia entonces 43 iglesias, citadas una tras otra, siguiendo su proximidad geográfica. Así, entre Santa María del Monte (llamada entonces Santa María de Céspedes) y Castellanos se encuentra Banecidas, a la que hace referencia en éstos términos: “No 12.- En Vanisçjd, Sancto Thome. Del conceyo. Da terçia al prestamero Rui Perez de Piasca, e lo al, los clérigos, fora II dezmeros del rei; e dos maravedis en procuraçion”.
Hay un nuevo catálogo de pueblos que incluye también a Banecida, pero este no enumera las cargas eclesiásticas, sino las civiles. Se conoce como Libro Becerro de Behetrías y define quién es el señor de cada lugar y las alcabalas a que tienen derecho, bien sea el Rey o un noble, o una entidad jurídica, como las órdenes militares, los monasterios, etc. Fué hecho por orden del Rey Pedro I, el Cruel, en el año 1.352. Banecidas aparece entre Çea y Bustillo, en la llamada Merindad de Saldaña y dice de él lo siguiente:
“Vanaçides. - Este logar es aldea de Cea e que es del dicho don Johan Alfonso. Pagan al Rey moneda e servicios, e que non pagan fonsadera. - Dan al dicho don Johan Alfonso, cada anno, cada orne, que a quantía de sesenta maravedís, por martiniga seys maravedís; e quel dicho lugar que paga, con Çea e sus aldeas, lo quel cabe a pagar en los mill maravedís que dan al dicho don Johan Alfonso por yantar cada anno”.
Don Juan Alfonso de Alburquerque era privado de Alfonso XI y de su hijo, Pedro I. Dominó, no sólo en Cea y sus tierras, sino en gran parte de la Tierra de Campos, y amasó una fortuna inmensa, apar del Rey, a costa de los que malvivían por estos pagos.

Los siglos XVI y XVII.

Este señorío personal se cambió más tarde por otra forma llamada de Comunidad de Villa y tierra en nuestro caso, el señor que tuviera la Villa de Cea, ejercía su jurisdicción en ella y en unos 30 pueblos que estaban en unos 25 kms. a la redonda. Entre esos 30 se contaban Banecidas, Castellanos y Santa María del Monte; no entraban ni Villacintor, ni Villamizar. El señor cobraba rentas y alcabalas, a cambio de administrar justicia por medio de su alcalde mayor, su regidor general, y su escribano, que residían en la Villa.
En 1.524 era Señor de Cea y su tierra Don Bernardo de Rojas, con los títulos de Marqués de Denia y Conde de Lerma. Heredó el Señorío Don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, valido de Felipe III, que conocemos como El Duque de Lerma, que a la vez era Marqués de Denia y Marqués de Cea. En el año 1.602 el Sr. Marqués trajo a su Majestad el Rey a cazar a sus dominios, y los Concejos de nuestros pueblos se prestaron a servir a sus señores, enviando vecinos que ojearan la caza, y contribuyendo cón 25 reales, amén de jamones, gallinas y numerosas azumbres de vino para solaz del séquito de los señores.
He dicho que a cambio de ello, el señor administraba justicia a sus protegidos. A finales del siglo XVII era señor de Cea el Conde de la Gomera, y ejercía sus funciones en la Villa Don Luis del Camino, “mayordomo de rentas y alcabalas de Su Excelencia”. Hubo un pleito sobre amo-jonamiento entre Villamizar y la Comunidad de Foncavada, y los de Villamizar acudieron a Cea, presentando por testigos a su favor a “Alonso lópez, Regidor de Banecidas y a Domningo Fernández, vecino del mismo lugar”. Los de Villacalabuey, en nombre de Foncavada, hacen lo propio, y buscan el testimonio de “el Lizenciado Don Manuel Ramos Valbuena, cura de Cea,y de Don Manuel Pardo de la Prenda cura de Banecidas”. Al fin se dió sentencia en favoi de Foncavada, y el escribano de Cea se presentó en Banecidas, como colindante con Foncavada, y les comunicó lo que sigue:
“En el lugar de Vanezidas, jurisdicción de la Villa de Cea, a nuebe dias del mes de henero de mili e seiszientos y nobenta y tres año estando el Concejo y vezinos de dicho lugar en la parte y lugar acostumbrado..., e siendo presentes Mathias Blanco, Alcalde, Domingo Elías, Regidor, Francisco Fernández, Procurador concejil, (cita el nombre de otros diez vecinos), todos vezinos del dicho lugai; que confesaron ser la mayor parte de los vezints del dicho lugar, yo el presente escribano notifiqué las hordenanzas y executorias despachadas por los Señores del Real Consejo... Dijeron que las ovedezían con el rrespeto devido... Esto respondieron y firmó el que supo.- De ello doi fee, y firmé .-Mathias Blanco.- Ante mí Gregorio Diaz de Rojas”.
Es interesante este documento puesto que por él conocemos el número de habitantes del pueblo, que era el que correspondería a unos 15 vecinos y su estado de cultura, que no parece que fuera muy alto, ya que “firmó el que supo” y solo supo Mathias Blanco, el alcalde.
Casi un siglo más tarde se repiten matemáticamente los mismo acontecimientos y casi en las mismas circunstancias. Era entonces señor de Cea y su tierra el Duque del Infantado, Marqués de Tábara, de Santillana y de Cea. De nuevo los comuniegos del monte de Foncavada, desean amo-jonar sus términos, y solicitan autorización del alcalde mayor de Çea, para proceder al intento. Y una vez mas hay que sontar con el concejo de Banecidas.
“Año 1788, 30 de octubre. En el lugar de Banecidas, jurisdicción de la Villa de Cea, yo el escribano, ley y notifiqué el pedimiento y auto que preceden a Manuel García, Agustín Blanco y Jose Fernández, Alcalde, Regidor, y procurador síndico General, que respectivamente son de este pueblo.., y dijeron que quedaban enterados. Doy fe”.
Días más tarde se presentaron los mismos en la raya de la Dehesa de Valdellán, habiendo dado poder al vecino Santos Alonso, para que los representara en el amojonamiento, en los términos colindantes con el pago de Banecidas. También firmaron los que sabían, y por cierto que sabían firmar los cuatro que intervenían del pueblo.

Paso del siglo XVIII al XIX

Durante el reinado de Carlos IV (1.788-1.808) por orden del rey que hacen suyas los señores del Real consejo de Castilla, se obliga a todas las parroquias a llevar un control riguroso de todos los bienes que tiene cada uno de los vecinos de nuestros pueblos. Se conoce como Libro de Tazmías, o libro de reparto de los diezmos. El objeto era conocer al detalle todo cuanto se criaba, se cosechaba y se producia en cada lugar para que quedara claro cuanto correspondía ingresar en la hacienda real.
El Rey solía cobrar los diezmos de un vecino (“la casa nombrada de su majestad”), al que se eximía de pagarlos a la iglesia. Más tarde el Rey percibía el 11% del total. Al señor Marqués le correspondía un 7% ; y un 13% a otras entidades. El Obispo llevaba el 23% y el resto era para sacerdote con cura de almas.
La Guerra de la Independencia influyó en la disminución de las cosechas de nuestros pueblos y la cria de animales, y llegó a ser tan calamitosa la situación de los labradores que en 1.821 hubo que reducir el diezmo a la mitad por orden del gobierno. En 1.832 ya no se anotan diezmos.
La situación de Banecidas no mejoró, a pesar de eso; tenía entonces 28 casas, 30 vecinos y 124 almas. Era 2,5 veces menos que Villacintor, la mitad que Castellanos, y doble que Santa María del Monte. Los niños de edad escolar eran 14, atendidos por un maestro de temporada, sin tftulo, que reunía a los escolares en un portalón, con una hoguera en medio, sentados en las banquetas que llevaba cada uno. Cantaban la doctrina, la tabla de sumar, y las pesas y medidas usuales. Escribían en la llamada “güesa”, el hueso de la paletilla de una vaca, esmeradamente lijada y fina. Abundaban los analfabetos.
El Concejo, la iglesia y los padres, contribuían al sostenimiento del maestro, pero sus estrecheces fueron siempre proverbiales, hasta 1.915-1.920 que hubo maestros titulados, a cargo del estado.
Mermaron también los -ingresos del Concejo, que tuvo que dejar de contratar al médico, al saludador o curandero, al barbero, al herrero, al cantinero, como se había hecho en otros tiempos, cuando el procurador del pueblo disponía de bienes comunales propios.
La industria de Banecidas, según recoge Pascual Madoz en su DiccionanQ, se limitaba a algunos telares de lienzos caseros. En cambio, ¡oh sorpresa!, se podía practicar el ocio , pescando truchas en el arroyo de Teruelo.
Así entra Banecidas en el Siglo XX, pero su historia la conoce bien cada uno por lo que él ha visto, si es mayor, y si es joven, por lo que le pueden haber contado los que lo vieron.

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